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Arzu Geybullayeva

De la desolación al empoderamiento:

claves de una periodista para sobrevivir y combatir la misoginia y el acoso online en Azerbaiyán (y más allá)

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Arzu Geybullayeva (Baku, 1983) es periodista freelance y bloguera, además de Máster en Política Global por la London Schools of Economics. Experta en la región de Eurasia y en temas de derechos humanos, ha colaborado con medios como Al Jazeera, Open Democracy, Radio Free Europe, Radio Liberty y Meydan TV. Tiene prohibida la entrada en su país natal, Azerbaiyán (ex URSS), desde donde fue amenazada por colaborar con un diario armenio. Sin embargo, continuó su labor periodística desde el exilio. Su valentía y compromiso profesional le valieron un lugar en la lista de la BBC de las 100 mujeres más influyentes del mundo en 2014. A continuación, reproducimos su testimonio, expuesto en el seminario “Amenazas a la libertad de Expresión. Voces y experiencias de mujeres periodistas y comunicadoras de América Latina y Europa”.

Hola, muchas gracias, es un placer estar aquí. Me gustaría agradecer a las organizadoras. Realmente es un honor compartir este espacio tan importante, con tantas periodistas de la región, especialmente en el día de hoy, en el día mundial de la libertad de prensa. Antes de llegar, me pidieron que comparta mi experiencia de qué significaba ser una periodista en Azerbaiyán.


Vengo de un país que realmente se ve asolado por violaciones a la libertad de prensa, donde a los y las periodistas se nos envía a la cárcel con acusaciones que no son verdaderas y donde la libertad en general se ve muy comprometida. De hecho, muchas de las experiencias que contaron en los paneles anteriores me resultan muy cercanas.


Vengo de un país que ha sido dirigido por la misma familia desde 1983. El presidente actual es hijo del presidente anterior. Y en la elección anterior, de hecho, la esposa del presidente se transformó en la vicepresidenta. Así que se imaginarán cómo es la situación. Se trata de gente muy adinerada y básicamente lo que hacen es gestionar los recursos y el presupuesto del país para colmar sus propias necesidades. [Heydar Aliyev,] el hijo del presidente actual, Ilham Aliyev] tiene propiedades en Dubai por 17 mil millones de dólares, que adquirió cuando tenía 14 años. Y este es uno de muchos ejemplos de otros casos en donde la familia tiene este tipo de propiedades, de negocios o empresas, u otros tipos de emprendimientos o actividades muy lujosos. Por eso, hace 10 años escribo sobre este y otros temas que son importantes en el país. También he hablado en conferencias internacionales y según lo consideraba mi gobierno yo era una traidora porque divulgar todos estos secretos. Pero no me imaginaba lo molestos que estaban con lo que yo escribía y con el compromiso lo hacía.

Yo sabía cuáles iban a ser los costos de ser periodista y de mostrar la situación de injusticia que se estaba viviendo. He visto cómo algunos de mis amigos han sido enviados a prisión, he visto cómo algunas colegas mías han sido extorsionadas con videos sexuales. Pero de cierta forma me sentía un poco más cómoda porque cuando estaba cubriendo alguno de estos temas no estaba en el territorio de Azerbaiyán, sino en el extranjero. Sabía qué no me podían arrestar y sabía que tampoco podrían acusarme de delitos que no había cometido, como de ser hooligan, de poseer de drogas o evadir impuestos, que son acusaciones muy comunes para atacar a los periodistas. De hecho, lo mejor que pudieron hacer fue acusarme de traidora y agente que trabajaba para el extranjero. Y aquí comienza mi historia.

 

En diciembre de 2014, una amiga me etiquetó en una publicación de Facebook. Cuando hice click para ver de qué se trataba vi dos fotos: una era mía y la otra era la de otra periodista, una colega a la que mataron cuando estaba cubriendo el conflicto en 1994. [1] Y de hecho, a ella la presentaban como a una heroína porque había destapado una situación injusta y relataba los delitos o crímenes de guerra, en la guerra que se había librado con Armenia. Pero el texto que me describía a mí era un poco menos positivo: contenía información falsa y me acusaba de divulgar secretos del gobierno y también decía que me habían pagado para hacerlo, que yo estaba negando la existencia de esa guerra, que apoyaba a quienes la estaban llevando adelante y que estaba yendo en contra de las autoridades de Azerbaiyán. Y esta fue una de las muchas publicaciones, uno de los muchos artículos y videos que se escribieron y publicaron sobre mí en los últimos cinco años.


Todo había comenzado en marzo de 2014, cuando una pequeña plataforma de medios me pidió una entrevista. El título de la entrevista fue “Una periodista azerbayana trabajando para un periódico armenio”, pero la periodista no me dijo que ése iba a ser el tema de la entrevista. Me había dicho que estaba trabajando en una serie sobre mujeres azerbayanas exitosas que trabajaban y vivían en el extranjero. Por eso, cuando recibí las preguntas, me di cuenta de que no se trataba sobre mí como mujer azerbayana con éxito en el extranjero: la mayoría de las preguntas tenían que ver con un pequeño periódico turco-armenio de Estambul llamado Agos. Comencé a trabajar en Agos en abril de 2013 como parte de mis convicciones y también fue parte de mi transformación como periodista. Aquellas de ustedes que trabaja en sobre información errónea y propaganda en tiempos de conflicto o de guerra, este periódico es un gran ejemplo de colaboración y cómo se puede eliminar esta falta de información errónea y propaganda. Pero para otros, esta fue la excusa perfecta para atacarme. Y lo hicieron.

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La entrevista causó una ola enorme de misoginia, acoso, amenazas de muerte en línea y también una campaña de difamación. Todo esto porque decían que era una traidora. Les voy a leer algunos comentarios que hicieron sobre mí: “un sucio microbio que se cayó de una puta Armenia”. Cómo verán mi apellido Geybullayeva, entonces una persona escribió jugando con mi apellido “Arzu-puta-ulaya”. “Es la hija gay de Geybullayeva”; “Es probable que se limpie los dientes con esperma, fíjense qué blanquitos los tiene”; “es probable que la estén violando en grupo todo el tiempo”; “si bien es una traidora, la verdad que luce muy muy bien. Pagaría 50 manat [2] para estar una hora con ella”. Un usuario dijo que tenían que ahorcarme; había personas dispuestas a matarme, a violarme o a colgarme de los pies. Algunos mensajes eran tan descriptivos que realmente me sorprendió la imaginación de las personas. 

 

Todo esto me afectó muchísimo porque me sentí indefensa y desacreditada. Ser desacreditada para una periodista es un ataque muy fuerte. Me llevó años realizar el trabajo que hice y escribir todas las historias que estaba escribiendo. Comencé a atravesar un período muy oscuro: tenía ganas de eliminar todas mis cuentas de las redes sociales, quería dejar mi carrera periodística. Y por suerte no lo hice. Decidí en ese momento que iba a luchar contra todo esto, pero no sabía cómo hacerlo…


El mejor punto de partida fue recabar todo este odio dirigido hacia mí; ahora tengo una gran colección de noticias, publicaciones, videos, amenazas de muerte, muchas cosas. Y empecé a usarlas como pruebas de toda esta experiencia y también para saber cómo podemos luchar contra el acoso online, como periodistas y especialmente como periodistas mujeres.


En 2016 escribí mi primer artículo sobre los trolls en Azerbaiyán y continúo hablando y escribiendo sobre el acoso en línea dirigido a periodistas. Pero hace algunos meses me pidieron que escribiera una historia y no quería repetir todo lo que ya había escrito, así que me puse en contacto con algunas de las personas que habían escrito los comentarios más terribles sobre mí. Al principio, les costó un poco acordarse quién era yo. ¿Se acuerdan el comentario de puta y microbio? Le escribí a esta persona y esto es lo que me contestó él: “Hola, si pudieras aclararme de qué estás hablando y en qué contexto hice ese comentario entonces voy a poder responder a tu pregunta con mayor claridad”. No dio ningún tipo de disculpa, ¡pidió una aclaración! Entonces le contesté: “Sin importar el contexto en el que hiciste ese comentario, ¿no te parece que tendrías que disculparte por escribir algo así? Y él me respondió un texto muy largo, pero lo voy a hacer breve. Hablando de los armenios dijo: “estamos dispuestos a cortarles la cabeza por las ideas políticas que tienen, así que no entiendo bien qué es lo que no entendés. Deberías estar preparada para todo si las ideas que tenés son una amenaza a una nación de 10 millones y a la violación de sus derechos, sin importar tu nacionalidad o tu identidad”.

Otra de las personas que me había escrito un mensaje terrible y con el que me puse en contacto me puso lo siguiente: “Yo nunca dejo un comentario sin una razón (…) Si escribí ‘traidora’ entonces quizás sea porque esa fotografía olía a Armenio…”


Tengo muchos otros ejemplos, pero voy a ser breve. Lo que me preocupa con respecto al acoso online y a todos estos mensajes de odio es que de hecho están dirigidos a nosotras porque somos mujeres. Y si una no está familiarizada con estas experiencias, con este mundo de misoginia online es muy difícil poder seguir adelante y es muy difícil no rendirse porque, después de todo, somos humanas. Está bien sentimos perdidas y preocupadas por nuestra seguridad y la seguridad de nuestra familia.

 

Así que una de las lecciones más importantes que aprendí en este camino –porque realmente es un camino– es que no puedo quedarme callada, sino que tengo que hablar. ¿Esta actitud me hizo sentir más segura, más protegida? En realidad, no, pero al menos sé que no estoy sola y que tengo una voz en tanto mujer y periodista. Pero por sobre todas las cosas, en tanto ser humano con derecho a la dignidad. Nunca fui una traidora y nunca lo seré mientras viva. Muchas gracias.

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