Para contener el bolsonarismo,
Dias mulheres virão!
La corriente en la que surfea el presidente es antigua y tiene profundas raíces: autoritarismo, machismo, concentración de la tierra, esclavitud. Pero la pandemia ha despertado nuevos debates: ¿se podrá generar una nueva ola de resistencia?
SOS Corpo, en la columna Baderna Feminista|
¿Quién de nosotras, que luchamos por tener mejores días, no tiene ganas de vomitar al ver la cara de Bolsonaro, vociferando malas palabras en voz alta, mostrando su desprecio por las personas que murieron por el covid-19? Todo lo que estamos viviendo es repugnante. Entonces ¿por qué no cae Bolsonaro? ¿Qué podemos hacer para derribarlo? Con base en estas inquietudes, discutiremos quién y qué creó Bolsonaro, qué significa este gobierno actual y qué están haciendo los movimientos sociales para cambiar esta situación. Para nosotras, desde el movimiento feminista, siempre es tiempo de esperanza. De ahí nuestra insistencia: Dias mulheres virão!
Es visible que Bolsonaro viene perdiendo apoyo durante la pandemia. Salió el flanco morista[1] y con él algunos gigantes de la comunicación corporativa que lo apoyaban, así como varios de los llamados influencers digitales. Los gobernadores de derecha de São Paulo y Río de Janeiro abandonaron el barco en cuanto empezó a hacer agua, los artistas famosos están revisando posiciones, y hasta quienes en su momento, desde el Poder Judicial, emitieran fuertes expresiones –que fueron centrales en golpe, disfrazado de impeachment de la presidenta Dilma– ahora hablan del fortalecimiento de las instituciones democráticas. Entonces ¿por qué Bolsonaro no ha caído? ¿Es porque su margen de apoyo en las encuestas de opinión pública que, aunque disminuye, todavía no se desplomó? ¿Las personas que ocupan los lugares centrales de las instituciones de la República se sienten intimidadas por la amenaza uniformada? ¿O el bolsonarismo tiene raíces más profundas de lo que pensamos?
En medio de estos saltos fuera del barco, uno que llamó la atención particularmente, fue el del presentador de televisión que dijo que nunca volvería a entrevistar al presidente. En las redes sociales, los comentarios apuntaban a que si el presentador era bolsonarista antes de Bolsonaro, entonces ¿qué es el bolsonarismo? Arriesguemos algunas respuestas. Bolsonaro, un diputado con casi tres décadas de actividad parlamentaria –que llevó a sus tres hijos a la misma carrera y contó con un apoyo, que parece provenir de los bolsones de las milicias, originalmente de Río de Janeiro– no llegó a la presidencia de la República gracias a su elocuencia en la campaña, mucho menos por sus propuestas de gobierno. Hay algo más en la sociedad brasileña que fue un trampolín para esta investidura.
Es bueno decir que seis Acciones de Investigación Judicial Electoral (AIJE) se tramitan en el Tribunal Superior Electoral (TSE), en las cuales la fórmula Bolsonaro-Mourão está acusada de delitos electorales. Si son declarados culpables, esto conduce a la revocación del mandato. Y, obligatoriamente, a una nueva elección presidencial en 90 días, bajo el comando del presidente de la Cámara, Rodrigo Maia. Ese señor, por una razón u otra, no acepta las más de 30 solicitudes de destitución del presidente Bolsonaro. Y sin su aprobación, no comenzará ningún proceso. Si cambia de opinión, el proceso continuará a un ritmo lento, y nada garantiza que al final veremos el fin del gobierno de Bolsonaro. Si sucede, Mourão se hace cargo, lo que significa que el gobierno, que hoy tiene más personal militar que durante la dictadura, se confirma como un gobierno militar con un general en la presidencia. A menos que se apruebe una propuesta de enmienda constitucional que altere el papel del vice, y no tendríamos nuevas elecciones. ¡Ojalá hubiera una correlación favorable de fuerzas en este Congreso para una victoria tan poderosa!
Pero, volviendo al punto. Llamamos bolsonarismo a esta vertiente del fascismo que ha crecido recientemente en Brasil. A diferencia de lo que sucedió en la segunda guerra, que puso a “Alemania por encima de todo”, y la raza aria con ella, este modelo brasileño se posiciona como un vasallo fiel del imperio actual, Estados Unidos, frente a la disputa de posición con China. Pero, como aquél, este eligió también a un enemigo que quiere eliminar: la izquierda. Y ahí entra todo, según el momento, desde aquellos y aquellas que quieren cambiar el mundo y están comprometidos con la defensa de la democracia y la construcción de la solidaridad, hasta los otros que se sumaron al bolsonarismo hasta ayer y fueron fundamentales para la construcción del estado de cosas que estamos viviendo.
Las amenazas llegan a las instituciones y la pelota ahora está en el Superior Tribunal de Justicia (STF), que fue menospreciado en una reunión ministerial y uno de sus ministros fue amenazado en las redes sociales, a ser perforado y tener a su familia perseguida, y también a las trabajadoras domésticas que trabajan en su casa, por una miembro del grupo de los "300" que hace entrenamiento de milicias en Brasilia[2].
Y eso es a lo que quería llegar. ¿Por qué la trabajadora doméstica de un ministro de la Suprema Corte entra en el discurso de la “rubia”, lidereza de los “300”? Debido a que las trabajadoras domésticas son una de las categorías más grandes de trabajadores, es decir, son en su mayoría mujeres y negras, viven en las afueras de las grandes ciudades, muchas aún duermen varias noches en las casas de los empleadores y no tienen los derechos mínimos garantizados. Las condiciones de trabajo precarias, de hecho, son una constante para la mayoría de las mujeres. No debemos olvidar que el 70% de las personas que viven del trabajo informal son mujeres, es decir, sin derechos, eso desde antes de la reforma laboral. La trabajadora doméstica entró en esta narrativa porque es contra ella que se organiza la derecha. En ese video, la posibilidad de eliminar al oponente era clara, ya sea momentáneamente un ministro, o permanentemente la trabajadora doméstica, que no ingresó al círculo por casualidad. Esta interpretación, aunque simbólica, pretende demostrar la política de odio que está construyendo este nuevo tipo de fascismo.
El bolsonarismo nace de la tradición autoritaria presente en la cultura política brasileña. Las élites, que se originan en la concentración de tierras y el control sobre los cuerpos de las personas, en el envío de la riqueza del país a las metrópolis y en la esclavitud de los pueblos secuestrados de África, mantienen sus ideales de dominación fuertemente arraigados. Las Fuerzas Armadas son una presencia aterradora en la vida política brasileña de forma permanente. Los pocos años continuados de democracia en nuestra historia no fueron suficientes para erradicar los efectos nocivos de esta formación.
La burla hacia las vidas de las personas más pobres y que viven del trabajo informal se demuestra en la oferta de 200.00 reales para la supervivencia, cuando se reclamaba un ingreso básico de ciudadanía. Solo con mucha presión fue posible aprobar un monto de 600.00 reales al que, por cierto, es muy difícil acceder por parte de los más necesitados.
La política bolsonarista se fortaleció en los programas policiales de los mediodías en la televisión, que trivializan la muerte de personas negras cometidas por las fuerzas policiales en las favelas. Avanzó en las recargadas páginas de los periódicos que abrieron espacio para su gurú, Olavo de Carvalho. Es sostenida por todos los que persiguen a personas que difieren de la norma heterosexual. Quiere dominar los cuerpos de las mujeres y prohibir cualquier posibilidad de interrumpir un embarazo. Es esta política la que se expresa estéticamente, durante el proceso de destitución de la presidenta Dilma, con una pegatina con su figura con las piernas abiertas para fijar en los automóviles en lugar de la entrada de la manguera de la bomba de combustible, simulando una violación. Esto es el bolsonarismo. Bolsonaro representa estas ideas.
Pero eso no es todo. El caldo de la cultura patriarcal y racista que guía la vida nacional también se establece en la defensa del enriquecimiento a cualquier costo. Para eso todo vale, la esclavitud, el trabajo precario, la evasión fiscal, el fraude y todo lo demás. Las élites brasileñas que apoyan a este gobierno convergen con sus ideas. No es de extrañar que, durante la pandemia, la principal iniciativa gubernamental en el área económica sea rescatar a los bancos. El sistema financiero se beneficiará más que otros en esta pandemia porque es el que cobra peaje sobre el pan que compras en la panadería con tu tarjeta de crédito y se sostiene con altas tasas de interés. Los bancos no pagarán la carga de la crisis, esta caerá sobre nosotros.
La otra columna de sustentación del bolsonarismo fue la alianza construida, por un lado, con los militares –quienes continúan siendo una amenaza para el régimen– y por otro lado, con los empresarios pastores neopentecostales. Sí, porque el crecimiento de la riqueza de estas iglesias es inconmensurable. Operan con la manipulación de la fe de las personas más pobres, penetran en el mundo subjetivo de los más necesitados y, a partir de ahí, emerge una ola de inmenso fundamentalismo religioso.
Esta ola, durante la pandemia, está poniendo en riesgo muchas vidas. Alienta la posibilidad de no confiar en las orientaciones de la ciencia y a sentirse invulnerable por la gracia de Dios. El conservadurismo tradicional y el fundamentalismo religioso proporcionan la base para el discurso de odio. Este discurso que se fortaleció en la campaña electoral con la difusión de noticias falsas en grupos perfilados de whatssapp. Y hoy difunde la idea de la cura milagrosa con la cloroquina del presidente.
Pero Bolsonaro está perdiendo fuerza y podría caer. En las calles, nosotras, las mujeres que estuvimos a la vanguardia denunciando la perspectiva fascista de este gobierno con el movimiento #elenão durante la campaña electoral, gritaríamos: “ay, ay, ay, ay, ay, ay, si empujas el Coso caerá”. Durante la Marcha de las Margaritas, en agosto de 2019, las mujeres ya gritaban “Fuera Bolsonaro”. Ahora, empujamos en el espacio virtual.
La lucha contra el bolsonarismo va más allá del impeachment del presidente, aunque esto puede ser un camino viable, si la correlación de fuerzas cambia. La posibilidad de anulación de la dupla gobernante por el fallo en el TSE puede ser una alternativa. Para eso, se necesita mucha presión de la sociedad, que es difícil de construir en estos tiempos de pandemia, pero no imposible.
Está claro que tanto el impeachment en el Congreso Nacional como la impugnación de la fórmula Bolsonaro-Mourão por parte del TSE, o incluso la alternativa de que el presidente sea removido por un delito de responsabilidad, a partir de las investigaciones en el STF, son alternativas que se están construyendo. Existe la posibilidad de que no salga nada de eso. Podría surgir una conjunción de amenazas autoritarias, de conflictos entre los poderes, si muchos grupos políticos estuvieran interesados en la espera táctica de las elecciones en 2022. El riesgo es que nada pase.
Y, por supuesto, también puede suceder que Bolsonaro intente un auto golpe de Estado que expanda sus poderes y anule los otros poderes de la República; queda por ver si tendrá apoyo militar para esto o si corre el riesgo de dar un golpe de milicias. Que ninguna de estas posibilidades se haga realidad.
Para nosotras, desde el movimiento feminista, la impugnación de la fórmula Bolsonaro-Mourão por parte del TSE se presenta como una alternativa radical. No porque creamos que es más probable que ocurra, sino porque entendemos que este gobierno no debería haber existido. La crisis política producida para generar condiciones para la elección y los crímenes electorales de esta dupla son suficientes para afirmar que este no fue un proceso democrático. Por lo tanto, seguimos jugando con energía para defender esta posición. No es suficiente derrocar a Bolsonaro. Si Mourão se hace cargo, la política bolsonarista continúa gobernando. Esto significa ultraliberalismo, fundamentalismo religioso, autoritarismo y amenazas al funcionamiento de las instituciones democráticas.
Queremos derrocar al gobierno de Bolsonaro-Mourão, pero eso no es suficiente. Hay un camino paralelo de lucha permanente que contribuye mucho a derrocar a este gobierno, pero también para que podamos construir mejores días después de su caída. Los movimientos sociales han generado una gran ola de solidaridad en las periferias y con las poblaciones más vulnerables.
Muchos movimientos también han estado presionando a los alcaldes locales y a los gobernadores estatales para garantizar los derechos durante la pandemia. Además, ha habido varias acciones nacionales que denuncian la violencia contra las mujeres en aislamiento social, el genocidio de jóvenes negros en las periferias, el uso de contenedores para amontonar a los que están en el sistema penitenciario actual, la defensa del Sistema Unico de Salud, el fin de los programas de compras de la agricultura familiar, entre otros.
Dos campañas nacionales se destacan en estos tiempos de la vida virtual: la Campaña para la Tributación de Grandes Fortunas y la Campaña para la Derogación de la Enmienda Constitucional 95, que impuso el techo del gasto social durante 20 años. Además, acciones de denuncia ya están en marcha en el sistema internacional de derechos humanos sobre la violación de los derechos en Brasil por parte del gobierno durante la pandemia.
Muchas articulaciones han publicado documentos de posicionamiento que proponen medidas para enfrentar la crisis social, económica y de salud causada por la pandemia. Y muchas de estas propuestas han tomado una perspectiva anticapitalista, y algunas antirracistas y antipatriarcales. Los movimientos sociales se han posicionado como sujetos políticos frente a la crisis y se han posicionado para el derrocamiento del gobierno. Esta autonomía pone de manifiesto las redes de solidaridad y la capacidad propositiva, elementos que pueden generar una nueva ola irresistible de movilización popular, que comienza ahora y continúa con el final del aislamiento social.
[1] Nota de la editora: se refiere a quienes apoyan al juez Sérgio Moro.